domingo, 13 de febrero de 2011

10 reglas para conseguir un buen ambiente de trabajo

(Documento publicado en “El cuaderno de bitácora de Fran Sánchez”)

Muchos de nosotros (los afortunados que no estamos en paro) pasamos muchas horas del año en el trabajo. Es indudable que, sin ser el área más importante de nuestras vidas, puede influir de manera contundente en el resto. Los factores son múltiples: el estrés, los plazos, las presiones (tanto internas como externas)… pero hay uno que me gustaría destacar hoy: el ambiente de trabajo.
Una empresa u organización está definida por las personas que la componen… y por algo más, atendiendo a la máxima de que “la suma de las partes es mayor que el total“, las relaciones entre esas personas.
En principio todos tenemos las mejores intenciones y a todos nos gustaría tener el mejor ambiente de trabajo posible. Está claro que una empresa con un buen ambiente y una buena dinámica es mucho más eficiente: ahí tenemos a muchas grandes empresas que corroboran este ejemplo.
Pero, a pesar de estas buenas intenciones, nuestro comportamiento en la empresa no es siempre perfecto. Muchas veces cometemos pequeños errores, la mayoría sin intención, por las prisas, por no prestar atención a los detalles pero que desde el punto de vista de la otra persona pueden tener mucha importancia y artefactar (cuando no arruinar estrepitosamente) nuestra relación, con el consiguiente deterioro en el ambiente laboral. Esto se incrementa de forma exponencial en grandes empresas… pongamos como ejemplo cualquier gran hospital, con miles de empleados y con una estructura jerárquica superior (es Servicio de Salud correspondiente) que viene a aderezar, casi siempre para mal, estas relaciones.
Todos tendemos a pensar que somos buenos empleados, jefes, compañeros, pero no siempre lo somos… en muchas ocasiones tendemos a pensar que el problema es de otros, pero casi siempre somos parte del problema: “dos no se pelean si uno no quiere“. En definitiva, somos personas, con nuestras cosas buenas y nuestras cosas malas… el cómo lidiamos con ellas y con los demás a diario es lo que marca la diferencia.
Todo esto viene a colación de un artículo que encontré en TechRepublic que habla de unas sencillas reglas que pueden ayudarnos mucho a mejorar el ambiente laboral:

1. No cubras tu espalda… ¡arriésgala! No se llega a ninguna parte sin asumir algún riesgo (como dice la frase hecha: “no pain, no gain” -sin dolor, no hay beneficio-). No somos infalibles, todos nos vamos a equivocar algún día, lo importante es cómo afrontamos ese error. Recordad que no hay peor decisión que la que no se toma.

2. No robes ideas, apóyate en ellas. Aprovecharse del trabajo de otros y llevarse las medallas no está nada bien. Sé que es algo demasiado frecuente… una actitud muy de políticos, con su afición por la foto, pero, desmarquémonos de eso, aprovechemos las ideas de nuestros compañeros, démosles su merecido reconocimiento y construyamos sobre ellas con las nuestras. Como dice el artículo: “haz lo que hacen los blogueros“… y es cierto, esta actitud está muy extendida entre los que interactuamos en el mundo 2.0. Al final, por muchas ideas que robes, siempre llegará el momento en el que tengas que dar la cara y quede manifiesta tu farsa… no lleguemos a eso, que es muy triste.

3. Habla claro. Ser directo, honesto y sincero es la mejor actitud… estamos en un equipo y como componentes de uno debemos actuar. Y lo mismo deberemos exigir del resto.

4. En vez de proteger tu territorio, abre el campo de juego. Eso de hacerse el imprescindible para mantener tu chiringuito no llega a ninguna parte, te pone en evidencia y, al final, lo vas a terminar perdiendo. En la colaboración está el secreto del éxito. Me gusta la frase del artículo: “La influencia sin autoridad ni control es la verdadera prueba de liderazgo“.

5. No critiques a tu jefe, complementa sus debilidades. Aunque de criticar no estamos ninguno a salvo, debemos intentar evitarlo. Identificar y minimizar las carencias de tus jefes y compañeros es lo que hacen los buenos líderes. De esta todos (y me incluyo) tenemos que aprender.

6. Ataca al problema, no a la persona. Solemos personalizar las cosas y esto no es nada bueno… si en vez de demonizar a la otra persona intentamos empatizar con él/ella, tendremos al mejor colaborador/a que podamos encontrar para resolver el problema que os afecta a ambos.

7. No culpes a los demás, asume tu responsabilidad. Muchas veces perdemos más tiempo en buscar al culpable que en resolver el problema en si… y, además del problema perdido, generamos tensión interpersonal y mal ambiente. ¡Evitémoslo! Creedme, decir “Me he equivocado” a tiempo sienta genial y es el primer paso para resolver el error más rápido (lo digo por experiencia).

8. No crees confusión, toma decisiones. Los jefes/as tóxicos tienden a perturbar las cosas y crear confusión, pero lo que están consiguiendo es atenuar más su trabajo. Hay que analizar el problema en profundidad y proponer soluciones, sin tapujos.

9. Para evitar la parálisis por análisis, toma una “píldora de descanso”. Esta es mi favorita. La veo tan a menudo que tengo muchas oportunidades de intentar estrategias para mitigarla. Se suele decir: “Si quieres parar un proyecto, monta un grupo de trabajo o una comisión” y ¡qué razón tiene esa frase! (por muy triste que suene) La muerte por análisis es la enfermedad más grave que se puede sufrir en el ámbito directivo y somos nosotros mismos los que tenemos la solución para evitarlo. Mis trucos (y no me va mal del todo): Reuniones cortas: anunciando a los asistentes el tiempo de duración y que no se prorrogará en absoluto (y lo que no se trate, pues para otra). Reuniones con las personas justas: las reuniones multitudinarias tienden a alargarse y no son nada efectivas. Es mejor realizar varias reuniones pequeñas y rápidas con un elemento común que ponga orden a todo esto… ¿quién? El/la directivo, por supuesto… ¡qué cuesta trabajo! ¡Qué hay que hacer muchas cosas! ¡Pues para eso estamos! Escuchar las opiniones de todos (que no necesariamente a la vez), valorarlas y tomar decisiones, que para eso nos pagan.

10. No apagues fuegos, haz una planificación estratégica. Esta ya es mucho más complicada, porque nuestras organizaciones (y me refiero a las sanitarias, que es mi campo de trabajo) viven en un continuo apagar de fuegos: los problemas del día a día, los problemas entre personas de nuestro equipo, los problemas con las personas a las que atendemos, los problemas que nos genera nuestra propia organización (la idea del iluminado de turno en Centrales siempre está revoloteando)… y la lista es muy larga. A mí me gustaría poder cumplir con lo que planifico por las noches cuando preparo mi jornada de trabajo… pero no lo consigo y me siento bastante impotente al respecto.

Estas son algunas reglas que podemos aplicar en nuestro día a día. Seguro que no son siempre fáciles, seguro que no siempre nos salen… habrá días buenos y días malos, pero no por eso debemos desfallecer en nuestro intento por hacer de nuestro trabajo un lugar mejor… a la larga eso repercutirá en nosotros, en nuestro bienestar y en poder ir y volver al trabajo con una sonrisa cada día. Nuestras familias, amigos y coronarias nos lo agradecerán.